
Si uno solo se informa por los analistas de televisión, no está recibiendo información, sino reacciones al rating, las ventas de entretenimiento televisivo. Si lo que se dice vende, entonces no importa que sea cierto. Como dijo un reconocido periodista argentino, “que la verdad no te arruine una buena noticia”.
En el medio de todo este ruido de murmullo, rumores y confusión, Iván Carrino propone un ejercicio de razonamiento que permite entender con claridad los eventos de la semana pasada y la tendencia que van a seguir.
La columna es un ejercicio perfecto de pensamiento contrario. Quien acuñó el concepto fue Humphrey B. Neill en un libro de 1954 llamado, precisamente, “El arte del pensamiento contrario”. Su máxima postula que “Cuando todo el mundo piensa parecido, probablemente todo el mundo esté equivocado”.
En abril, Juani Fernández, otro “pensador contrario”, anticipó los eventos de la semana pasada, es más, sus recomendaciones financieras significaron a los suscriptores del El Diario del Lunesganancias significativas apostando a contratos futuros de dólar y venta de futuros de Merval, con la certeza de que después de la elección el dólar volaría y el Merval se derretiría. El secreto en las crisis es poder pensar contra la corriente. Hacer un análisis frío basado en los datos y en la información. Mientras más se opongan las voces de los grandes analistas, tanto mejor: eso significa que estamos en la línea de la información y no del rating.
Los mercados y la democracia
Mientras que “los mercados” suelen ser vistos como cinco tipos fumando habanos y conspirando contra los pueblos, la democracia es percibida de forma mucho más idílica. La frase que resume ese idilio es la que reza que “la democracia somos todos”.
Lamentablemente, esta mirada también es errónea. En primer lugar, porque las elecciones generales que caracterizan a las democracias no dan como resultado la voluntad de “todos”, sino solo la de la mayoría. En el caso específico de Argentina, esa mayoría puede incluso no ser tal, ya que el presidente puede ser elegido obteniendo el 45%.
Otro punto a destacar es que las decisiones de la democracia no las tomamos todos juntos, sino los funcionarios o burócratas que dicen representar nuestros intereses.
Ahora lo cierto es que dichos burócratas tienen la libertad de imponer las reglas de juego sobre las que los mercados van a operar. Y los burócratas K, en el pasado, decidieron imponer controles de precios, controles de cambios, emitir moneda para financiar su gasto e incumplir fallos de la justicia internacional que los obligaban a pagar una deuda.
Además, el candidato Fernández habló de dejar de pagar intereses de Leliq, de hablar “uno por uno” con los acreedores de la deuda, y “desdolarizar” las tarifas de los servicios públicos.
Así las cosas y volviendo al inicio, todo esto genera que los ahorristas (“los mercados” financieros) busquen desesperadamente huir de Argentina para protegerse.
Pero el mensaje que están dando no es que odian la democracia. Sino que, dados los resultados de las elecciones, sus inversiones y sus ahorros corren peligro. Lo que están diciendo es que los mandatarios “del pueblo” están dispuestos a fagocitar el ahorro que tanto esfuerzo les costó conseguir, y no quieren quedarse sentados a esperar que eso pase.
En conclusión, los mercados no están contra la democracia. Pero si ciertos resultados de la democracia amenazan con destruirlos, no podemos esperar que se queden mirando cómo ocurre.