Si bien la tasa de mortalidad por Covid-19 está muy por debajo de los países más afectados, ya supera en un 25 % a la media mundial. Aumentaron el desempleo y la pobreza y cayó el salario real. El pozo de actividad económica fue en abril, pero hay dudas sobre la sostenibilidad del «rebote»
El presidente, cuando anunció la cuarentena del 20 al 31 de marzo, flanqueado por dos jefes de gobierno de oposición (el jujeño Morales y el porteño Horacio Rodríguez Larreta) y dos del peronismo (el bonaerense Kicillof y el santafecino Perotti). La más reciente fue la décima extensión.
La cuarentena que según el presidente Alberto Fernández ya no existe pero este lunes cumple 150 días ha mantenido a la Argentina, en términos de mortalidad por Covid-19 en relación a la población, bien por debajo de los peores casos de Europa, América del Norte y Sudamérica. Lejos del número de muertes que se cobró la pandemia en naciones como Gran Bretaña, España e Italia, o en EEUU y México, o en vecinos como Brasil, Perú y Chile.
Las diez extensiones del llamado “Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio” (ASPO) y el paso del tiempo, sin embargo, fueron limando los resultados sanitarios. Nuestro país ya tiene una mortalidad por coronavirus algo más del 25% superior al promedio mundial, en las últimas semanas superó en cantidad de contagios a Francia (65 millones de habitantes), Alemania (84 millones), Turquía (84 millones), Italia (60 millones), Bangladesh (165 millones) y Pakistán (221 millones) para subir al puesto 14 en el ranking mundial por número de casos y ya está en el 37 en tasa de mortalidad (34 si se excluyen jurisdicciones de población exigua como San Marino, Andorra y Luxemburgo), muy cerca del que detenta por cantidad de habitantes: 32.
Tales los resultados logrados hasta ahora con una de las cuarentenas más largas del mundo. Los costos económicos son arduos de evaluar, porque es difícil separar pandemia de cuarentena y porque en la economía global es casi imposible que un país crezca en un mundo en recesión. En 2020, tal vez el único cuyo PBI supere al de 2019 sea China, donde se originó el virus. Pero que los hay, los hay.
En el primer trimestre del año, último “de prepandemia”, aunque fue alcanzado por doce días de ASPO, el nivel de actividad, medido por el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) del Indec, había caído 5,4% respecto de igual período de 2019, un año muy recesivo. La actividad se desplomó en los meses posteriores, con un máximo de 26,4 % de caída en abril. En el segundo trimestre, estimó Guido Lorenzo de la consultora LCG, la contracción habría sido del 24% y en el año sería de 15%, lo que retrotraería el PBI al nivel de 2005 y el PIB por habitante al de 2002, el peor año de la historia económica argentina, al menos desde mediados del siglo XX.La consultora LCG estimó para 2020 una caída del 15% del PBI. Si se concretara, el PBI volvería al nivel de 2005 y el PBI por habitante, al de 2002
Trabajo e ingresos
La caída de actividad económica, de impacto muy diferenciado entre sectores (algunos, como la producción de alimentos, nunca cerraron; otros, como turismo, gastronomía, hotelería y transporte de pasajeros de larga distancia aún no saben cuándo volverán a funcionar de modo estable) comprometió seriamente la viabilidad de las empresas, muchas de las cuales debieron cerrar. A junio, último mes para el que publicó información, el Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA) precisaba que 13.353 empleadores formales de la economía, con un empleo conjunto de 260.000 asalariados registrados, se mantenían cerrados. Así, en el primer semestre desaparecieron 19.968 empresas, dejando en pie 525.700, el nivel más bajo de la última década, y empleando 327.326 personas menos que un año antes.
Pero esa es sólo la parte “en blanco”. Los trabajadores más afectados por la pandemia y la cuarentena fueron los informales, aquellos que viven del flujo cotidiano de producción en negro, servicios y changas que abarca más de un tercio de la economía argentina.Evolución de la tasa de desempleo, que según la UCA ya estaría por arriba del 15%
Combinando los datos del SIPA con los de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del Indec, el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA estimó a su vez que la tasa de desempleo total aumentó en el segundo trimestre desde el 10,4% del primero (que ya era un nivel históricamente alto, como muestra el gráfico de arriba) a 15,5%, lo que implica que 1.050.000 personas en total perdieron su trabajo. Unos 950.000 lo perdieron a causa de la crisis, 300.000 de ellos en el sector formal, lo que deja unos 650.000 que el Observatorio llamado “desocupados Covid”, informales que se desempeñaban como cuentapropistas, eventuales o asalariados no registrados de emprendimientos pequeños y medianos. La UCA calculó además que en el período más riguroso de la cuarentena, entre febrero y mayo, se perdieron 149.000 puestos asalariados registrados privados, 148.000 monotributistas y autónomos y 20.000 empleados de casas particulares. Ergo, la cuarentena y su intensidad sí tienen efectos diferentes a la pandemia per se.
La pérdida de trabajos e ingresos impulsó los índices de pobreza. El Observatorio de la UCA estimó en abril que esta alcanzaba ya al 45% de la población, las estimaciones coinciden en que hacia fin de año más de la mitad de la población argentina será pobre y recientemente Unicef, la agencia de Naciones Unidas especializada en la Niñez, estimó, para el mismo horizonte, que 63% de los niños y niñas adolescentes del país estará en esa condición, un aumento de 1,3 millones chicos y chicas, de los cuales 600.000 se sumarán a las filas de la “pobreza extrema”, la indigencia.El aumento de la pobreza multiplicó la asistencia a los «comedores populares» y afecta particularmente a niños y adolescentes (Esteban Widnicky UNICEF)
La respuesta oficial
Las dos principales respuestas del gobierno al parate económico y su efecto social fueron el programa de Asistencia al Trabajo y la Producción (ATP, de pago parcial de salarios en sectores y empresas comprometidas) y el Ingreso Familiar de Emergencia ($ 10.000 mensuales para beneficiarios de la Asignación Universal por Hijo, AUH, monotributistas de las categorías más bajas, trabajadores de casas particulares, desempleados y empleados informales de entre 18 y 65 años). Esas erogaciones, sumadas al aumento de los subsidios energéticos y a los combustibles y las necesarias inversiones sanitarias, en un contexto de fuerte caída de la recaudación, proyectan un déficit fiscal de entre 8 y 10% del PBI, del cual cerca de la mitad se está financiando con emisión del Banco Central. A fines de julio, el Central ya había transferido $ 1,5 billones (millones de millones) al Tesoro, neutralizando parte de ese tsunami monetario con la colocación de Leliq (letras de liquidez) a los bancos.
Aun así, los datos del Indec marcan una desaceleración de la tasa de inflación: de 3,3% de aumento que marcó el IPC Nacional en marzo, a 1,9% en julio, habiendo registrado en el medio dos meses de 1,5% y un pasajero repunte a 2,2% en junio. Esos números resultan de cuestiones que el economista Esteban Domecq considera transitorias (bajísima velocidad de circulación del dinero, por menos opciones de gasto, e incertidumbre, que induce tendencias conservadoras y de ahorro) o insostenibles (tarifas y combustibles congelados, control de precios y cambiario). Y encima, salarios nominales en caída.
Salarios en baja
A mayo, el RIPTE (Remuneración Imponible Promedio de los Trabajadores Estables) marcaba un salario nominal de $ 57.058, pero las series oficiales, dijo a Infobae el economista Ricardo Delgado, de Analytica, no reflejan el impacto de recortes y suspensiones. La consultora estimó que el salario real cayó ya un 8% y proyecta para fin de año una caída del 11%. Si con semejante ancla (tarifas congeladas, control de precios y dólar, caída del salario real, jubilaciones “desmovilizadas”) la inflación se mantiene cerca del 40% anual, no hay nada que festejar, dijo Domecq, quien recordó que a causa del coronavirus la inflación en el mundo se redujo de 3 a 1,5% anual.La consultora Analytica estimó que a mayo el salario real había caído 8 % y que hacia fin la pérdida de poder adquisitivo será del 11%
El gobierno, sin embargo, ve signos de lo que el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, llamó una “incipiente recuperación”. Un informe del Centro de Estudios para la Producción XXI, que depende de su cartera, dice que en junio y julio la economía “mostró signos de recuperación mayores a los esperados”, entre ellos una “mejora importante” de la actividad industrial y un crecimiento de las ventas por Ahora 12 “a niveles similares a los de prepandemia”. En julio, agrega, la producción automotriz, que había caído al 34% interanual en junio, estuvo solo 1,5% por debajo de julio 2019 y la venta de materiales de construcción aumentó 13,6%.El viernes 14, el presdente flanqueado por Kicillof y Rodríguez Larreta, en el anuncio de la décima extensión de la cuarentena TELAM
Rebote efímero
Un informe de Analytica precisa, en cambio, que “la V del rebote industrial es efímera”: tiene que ver con la reposición de stocks y no con la dinámica de la economía. “En agosto la producción industrial sigue en ascenso, aunque continúa por debajo de los niveles pre-pandemia ( … ) Sin embargo, el rebote se sostiene principalmente en efectos transitorios”, dice. Desde la oferta, explica la consultora, el rebote se explica por la recuperación de inventarios y desde la demanda por el consumo de bienes que sirvan de “reserva de valor”, como los autos, un bien durable.
“La industria destina gran parte de su producción al mercado interno. En un contexto en el cual el salario real caerá 11% al finalizar 2020 y continúa la destrucción de empleo, ¿es sostenible la recuperación de la industria?”, se pregunta Analytica, y resalta la diferencia entre la producción de bienes (que se pueden acumular) y servicios (que no). Ante la baja de inventarios, cuando pudo abrir, la industria automotriz “sobrereaccionó”. Pero recuperado cierto equilibrio, la reacción se quedará sin nafta. “A partir de entonces, es probable que su producción se ubique en un nivel inferior al de 2019, proporcional a la caída de la demanda”, proyecta la consultora.
Esto es, familias y empresas buscan resguardarse de una futura inflación comprando durables e insumos y ahorrando en dólares. De ahí, por caso, que la venta de insumos para la construcción (ladrillos huecos, picos, cerámicos, yeso) sea uno de los rubros que más respondió a la flexibilización de la cuarentena, allí donde la hubo. Pero igual que la acumulación de inventarios, dice Analytica, este consumo “precautorio” no podrá sostenerse si la economía no sale de la recesión. Además, recuerda, la producción de bienes explica el 40% del PBI. El otro 60% son servicios, cuyas perspectivas de demanda seguirá débil en tanto no se recuperen los ingresos reales y sigan vigentes las restricciones a una operación normalizada de actividades. Esto es, mientras no se salga de modo más o menos estable de la cuarentena.Ni siquiera después de las PASO 2019 tanta gente compraba dólares como ahora.
A la espera de ese momento, quienes pueden ahorrar lo hacen mayoritariamente en dólares, lo que presiona sobre las reservas internacionales y arroja dudas sobre la sostenibilidad del actual esquema cambiario. El fuerte aumento de la cantidad de compradores de “dólar-ahorro” y la constante caída del nivel de reservas de “libre disponibilidad” del Central, aún después del anuncio del acuerdo con los acreedores externos (la tarea central que se impuso el ministro de Economía, Martín Guzmán) y en un año de superávit comercial récord (se estima que cerrará con un saldo a favor de cerca de USD 18.000 millones, básicamente por el desplome de las importaciones) llevaron a que el propio presidente aireara su inquietud por el “problema” del dólar-ahorro, imprudente comentario que el propio ministerio de Economía buscó neutralizar diciendo que la operatoria seguirá vigente y las reservas se fortalecerán cuando se complete, finalmente, el canje de deuda. Por ahora, vale lo siguiente: la cantidad de compradores de “dólar-ahorro” pasó de 600.000 en enero a 3,3 millones en junio (dato oficial del BCRA, un aumento del 450%) y en julio habría bordeado los 4 millones.
Por delante, el gobierno tiene la presentación del presupuesto y una durísima negociación con el FMI, lo que le exigirá presentar un plan, o al menos una hoja de ruta, una sugerencia creíble de cómo saldrá la economía del pantano en el que venía chapoteando desde 2018 y había merodeado desde 2011, pero en el que se metió de lleno en 2020 a causa de un fenómeno de la naturaleza, como un virus, pero también de decisiones políticas cuya extensión y eficacia son cada vez más cuestionables.