El popular actor conocido por su personaje de «Berlín» en la serie «La casa depapel» presentó su novela el “Libro de Filipo”.
El actor nacido en Vigo, también es pintor y escritor.
La novela el “Libro de Filipo” escrita por Pedro Alonso O’choro, conocido por su popular personaje “Berlín” en la serie “La Casa de Papel”, narra la historia de un triple viaje: uno espacial de Pedro a Francia, otro temporal al año 0 -donde llega el protagonista por una regresión hipnótica a ser un soldado romano- y el tercero un viaje espiritual con a su maestro, “el rabí” Yilak, junto a quien descubrirá cuál es su misión y la importancia de estar en el “presente”.
En la primera historia, la que enmarca a las demás, aparece desde el prólogo escrito por Tatiana Djojevic una historia de amor en Francia, entre el personaje y su hipnotista. En la segunda, la que transcurre en una geografía difusa (aunque se sabe que es oriente, en un pueblo semita, donde las grutas, la arena y los fuegos dan vida al entorno de los personajes) sucede el encuentro de Yilak y Filipo y es el sentimiento de amistad el que prevalece, la conexión con el corazón de ambos personajes.
Pedro Alonso O`choro, nacido en la ciudad gallega de Vigo (1971) es actor, pintor y escritor. Si bien el “Libro de Filipo” (Grijalbo) es su primera novela editada, tiene una voluminosa obra de más de 570 páginas titulada “Potro noruego” (inspirada en una anécdota de Peter Brook) que a pesar de sentir que es “escalofriante” todavía no tuvo el “coraje de publicarla”, según declara el escritor y actor, quien dice no ser muy lector, aunque ha leído apasionadamente las obras de Karl Ove Knusgard, Emmanuel Carrere y Gay Talese.
-Télam: ¿Cómo podés describir el viaje espacial, el temporal y el espiritual de Filipo, el héroe de tu novela?
-Pedro Alonso O’choro: Yo vivo en el asombro: estoy yendo a fondo en mi propio viaje íntimo y personal y se me se están mezclando todos los recorridos posibles de los que hablas. Mi profesión, mi día a día, mis trabajos de estudio, de reflexión espiritual y de meditación cada vez se convierte más en lo mismo; porque fondo y forma últimamente en mi vida se están amalgamando de una manera en la que yo decido. O sea que si hubiese que reseñar ahora mi vida es el trabajo de creación propia: la pintura, la escritura, y un programa documental que quiero realizar. O sea que estoy en un puro viaje de Ulises a la búsqueda de mi propio corazón.
-T.: ¿Cómo aparece tu voz narrativa en “este viaje íntimo”?
-PAO.: Yo tuve una crisis personal hace catorce años que me hizo cuestionar todos los órdenes de la vida y que me invitaba a recuperar algo que se había perdido, por ejemplo, una vida mucho más saludable. Empecé a hacer un poco de deporte, de meditación y a pintar. Cuando yo me di cuenta de lo que me pasaba cuando pintaba (al principio lo hacía muy mal) de pronto empecé a decirme: “Ah, yo de pequeño pintaba, voy a ver si puedo seguir haciendo esto: dibujar retratos durante un año y si lo hago bien le pongo color”.
Y así sucedió, al año siguiente le puse color. De esa forma pude localizar qué parte del sistema de percepción y qué parte del vocabulario necesitaba ser limpiado y cómo podía montar un sistema nuevo: sobre todo basado con la respiración.
Todo lo que ha venido después vino de la mano con ese tipo de búsqueda. Meditación, pintura y muchos años después, la escritura. Apareció hace seis años, pero desde el mismo lugar del que surgió la pintura. Cuando apareció mi voz narrativa era un momento en el que yo sentía que me estaba convirtiendo en mi padre, entrando en esa franja de la vida ya decididamente adulta. Pensé que tenía que dar una vuelta a todo.
-T: ¿Y cómo fue ese primer gran ejercicio de escritura que se transformó en la inédita «Potro noruego»?
-PAO: Al comienzo escribía “a golpe de Whatsapp” y todo lo que les enviaba a mis amigos lo ponía en un archivo. Después de tres años tenía escritas 575 páginas que se titulaban “Potro noruego”, en las cuales, claramente, se configuró mi voz narrativa. Fue la culminación de un tiempo de búsqueda.
“Potro noruego” era pura “no ficción” y en ese momento sentí que era más ficción que la ficción misma. La historia contaba de alguien que estaba intentando encontrar su voz narrativa, pero durante ese proceso murió mi padre, me pasaron muchas cosas; pero veo, de repente, que en el libro había un arco dramático. Una obra.
No sabía podía distinguir muy bien cuál era el huevo o la gallina: yo estaba meditando, pero al mismo tiempo estaba escribiendo una obra propia y después de eso me ha llevado a un lugar en el que ya no elijo, simplemente estoy dándole carta de naturaleza a una forma de buscar que al mismo tiempo se está convirtiendo en un material concreto.
Alonso también escribió «Potro noruego».
-T.: ¿En esa búsqueda que voz encontraste?
-PAO.: Yo intento reactivar la voz de las abuelas, ese saber ancestral que el sistema occidental ha devorado. La productividad ha cortado toda la conexión con lo invisible. Las abuelitas sabían respetar la naturaleza, a los espíritus, sabían hablarte de la sabiduría, de lo que no vemos. Ellas te entornaban esa puerta.
Yo creo que hace falta sacar las garras de ciertos valores que nos han sido secuestrados: la espiritualidad, el silencio, el panteísmo, lo primitivo, todo ese tipo de acervo que siempre ha estado ahí y que ahora mismo al no tenerlo presente nos hace caminar cojos.
-T.: En la regresión de tu personaje hay un paralelismo en el tiempo y una analogía constante con conocidos personajes ¿Cómo trabajaste la simultaneidad con los referentes reales?
-PAO: Cuando me di cuenta en qué momento histórico estaba, yo ya vivía la historia desde muy adentro. Y me propuse respetar en la trama de la novela el mismo proceso que yo tuve de sorpresa. La historia del “Libro de Filipo” tiene un valor por lo que Yilak tiene de humano, por lo que los personajes tienen de humanos frente a problemas en el puro presente de la acción que los pone a prueba.
La religión nos ha acostumbrado a hacer grandes lecturas y a meter en dogmas a cosas que de alguna forma están encarceladas ahora. La mirada del personaje Yilak no es la mirada de alguien que sabe perfectamente en cada momento cuál es la solución, si no la mirada de alguien que está en la pura escucha, en un nivel de ilación tan grande, tan conectada con lo que lo rodea que encuentra cuál es la trazada natural para no pelearse con las circunstancias y, en última instancia, vivir su propio destino.
Esto desconcierta a los otros personajes, incluso varios de los seguidores de Yilak tienen lecturas muy contrapuestas de lo que suponen que estaba pretendiendo el maestro.
El primer aprendizaje, no es pensar que Yilak es esta persona histórica o no y lo que esta persona representa en la estructura de pensamiento. El gran desafío de la novela es acceder al sistema de pensamiento que no es rígido, que no es cerrado, que no es estructurado de una forma canónica, sino que es un puro ejercicio de conexión con el momento “presente”, con el espíritu, con el corazón propio y con el ajeno, sea ajeno lo que quieras entender, animal o cosa. Lo importante es que alguien que no sea creyente como alguien que cree mire desde otro ángulo toda la información que nos han dado, para volver al meollo de la cosa.
-T.: ¿En el momento de la iniciación de Yilak y sus seguidores hay también un cambio en el ritmo del lenguaje del narrador?
-PAO.: Es así. Tal cual. En la edición del libro no tocamos más de cuatro o cinco palabras, pero hubo un trabajo inmenso de puntuación, porque yo escribo como procesa un actor los textos. Escribo de una forma muy poco ortodoxa, pongo puntos antes de un verbo, le coloco números a los fragmentos, no pongo guion antes de los diálogos y muchas veces no aclaró quién habla. Quien está muy acostumbraban a leer muy probablemente no tenga dificultad, porque entiende cuál es la clave.
Pero he tenido que desandar mucho para ayudar a la legibilidad: puse los guiones a todos los diálogos y puse muchísimos menos puntos y aparte. Porque yo en mi archivo personal tengo frases de una sola palabra. En la novela eso ha quedado en cuanto intención, pero he hecho un esfuerzo muy grande por disimularlo, porque el lector no habituado a leer lo sufriría.
«La casa de papel», un fenómeno que abre posibilidades
Alonso O’choro aprovecha la tranquilidad económica que le da el éxito de su personaje Berlín, en la serie española «La casa de papel», para realizar una vida espiritual e íntima más intensa, dedicándose a la creación plástica y literaria.
Al igual que el protagonista de su novela «Libro de Filipo», Alonso O’choro sabe que tiene que estar en el presente y encontrar su misión en el momento que le toca vivir. «Lo importante en la vida -y en el libro está muy presente- es encontrar tu propio sitio, que no siempre es el mismo en todas las épocas de la vida -sostiene el actor y escritor-: no en todos los contextos o escenarios es el mismo. Saber cuál es tu lugar en lo que toca es un arte muy complicado»
– T: ¿Cómo conviven en tu interior el escritor con el actor?
– PAO: En la configuración de mi voz narrativa hay una clave que ha ido creciendo con el tiempo qué tiene que ver con no inventar. Procuro no inventar nada, como actor tampoco invento.
Por eso en mis paisajes, por ejemplo, en la geografía de la novela yo no quería desarrollar nada más que una puesta en escena, yo no he hecho ni una sola descripción que no venga a pie de lo que demanda la pura acción. Por eso hay cosas que yo no desarrollo y hay muchas cosas que no cuento, intentando que el lector complete también con su participación, a tiempo real, lo mismo que implica a Filipo.
Sin embargo, sí es verdad que al igual que con Magü (la pintura a cuatro manos entre Tatiana y yo que dio vida a este pintor) hay algo qué busca ser totémico, icónico, que te dé como las cuatro claves para que tú entiendas cuál es la raíz profunda de la que nace.
– T.: ¿Tus personajes también tienen un rol, una misión, como la interpretación de un actor?
– PAO.: La misión del protagonista, Filipo de ir a buscar a una anciana, aparece en la primera regresión (de las cuatro), al comienzo del relato y es el hito espiritual del libro. Simplemente un «dulce» y compartirlo con sus amigos. Yo pongo aquí el foco en que mucha gente ha secuestrado saberes: de repente dice «la tierra es mía, la religión es mía, la verdad de lo invisible es mío…» ¿Por qué tiene que ser así? ¿Por qué tengo que aceptarlo? Porque al final cualquiera puede entender la conmoción intima que hace que Yilak necesite ese momento de comunión con sus amigos y con la mujer que lo remite a la más tierna infancia.
Uno de los seguidores del Maestro, Jair, por ejemplo, tiene la misión de controlar al soldado que hay en Filipo, pero sobre todo de acompañarlo. Es como si Jair dijera: «yo te sostengo, estoy contigo y te acompaño, alguien sabe (porque te conoce) que tú te vas a poner como loco y me pidió que te sostuviese que te hiciese de espejo» y me parece un papel maravilloso: aquella persona que te enseña sin forzarte sin decirte cuál es tu sitio.
– T.: El público se encariñó tanto con tu interpretación de Berlín que tuvo que reaparecer en «La Casa de papel» ¿Es así?
-PAO.: Berlín está muerto ya. A pesar de eso, yo sigo muy agradecido a todo lo que me ha traído esta ola desmedida. Ya he normalizado la perplejidad absoluta de lo que está pasando, porque la vida sigue. Ahora estoy por grabar la quinta temporada y he utilizado esta situación muy favorable, sobre todo para poder decir «no» cuando quiero decir «no», para reforzar mis intenciones y poder seguir con mi trabajo de creación propia.
Estoy disfrutando, pero al mismo tiempo también estoy tomándome mis momentos. Me voy a la selva, acabo de escribir un libro, ahora estoy rodando un proyecto documental -seguramente lo produciré mientras este grabando la nueva temporada de «La casa de papel»- o sea que estoy intentando hacer más concreta la idea de que mi vida y lo que hago sea cada vez más lo mismo, reforzándola, a través de la obra propia.
Ha sido un regalo de la vida que hace seis años haya explotado esto descomunal. Estoy disfrutado muchísimo de escribir y de pintar. Si puedo ir concretando mis proyectos de trabajo propio y de vez en cuando trabajar como actor por cuenta ajena, pues voy a vivir un sueño de la vida, que es invertir tu energía creativa en cosas que te mueven muy profundamente.
Y luego estoy intentando no anticiparme demasiado a nada, porque la vida va a dar muchas cosas todavía, me va a seguir poniendo a prueba. Y me digo constantemente a mí mismo: «si no puedes sacar este material de este proyecto, de esta manera, el material me define, me conforma, ya saldrá de otra manera.» Ya haré el libro con lo que sea o ahorraré para hacerlo.
Mi afán es seguir creciendo en lo íntimo, sobre todo.