Los niños del barrio ven al cantante ya famoso en su auto descapotable y se acercan a hablar con él. El dato más lindo de esta fotografía es que el niño que está en sillas de ruedas, de apellido Pignataro, accedió a ella por qué Carlitos se la compró .
Lo veía todos los días arratrándose trabajosamente por la calle con una sillita de comedor. Producto de la poliomielitis, la discapacidad se quedó con él para siempre, como tantos chicos en aquellos tiempos.
Gardel le dijo: mirá Juancito, mañana vas a recibir una sorpresa!
Al otro día llegó un camión que alborotó al barrio. Gardel, Doña Berta, Anais y Fortunato miraban desde la vereda de enfrente. Los transportistas golpearon en la casa de los Pignataro.
Salió la madre y luego, abriéndose paso trabajosamente con la sillita, el niño minusválido.
Entonces la bajaron.
Era la silla de ruedas más cara que podía adquirirse en aquella época y le permitía maniobrarla, frenar, movilizarse con rápidez para jugar con los otros niños.
Pronto los pibes de la cuadra formaron un círculo alrededor de su amigo. Sus rostros eran como luces. Gardel y Berta se acercaron emocionados.
Los Pignataro fueron hacia ellos y los abrazaron. El padre del niño era peón en el mercado central y el costo de la silla equivalía a varios años de trabajo; era un sueño imposible para aquella humilde familia. Así era Gardel. Su talento no estaba en su voz sino en su corazón.
Muchos años después, Juan Manuel Sebastiani, reconocido en los círculos Gardelianos por su prodigiosa memoria y en virtud de su trabajo de aduanas, lo encontró a Juan Pignataro caminando con un zapato con plataforma y él mismo le contó está anécdota. » Yo fuí ese chico, el de Jean Jaures 770″.