The Weeknd regresó a esta parte del mundo con un show 360 .El artista canadiense montó un espectáculo en el que pudo apreciarse su descomunal talento interpretativo y performático.
No sólo tuvo de todo, sino que no se le escapó absolutamente nada. Es la novena maravilla del mundo moderno, una glorificación a la contemporaneidad, la simetría del desconcierto.
Inspirado en la estética del célebre filme clave del expresionismo alemán «Metrópolis», de Fritz Lang, se construyó una retrofuturista ciudad en el escenario; una pasarela que conducía al centro del campo de juego en donde se erigía una gigantesca efigie con aspecto de humanoide, y unos metros más avanzando sobre el terrero pendía una enorme esfera que representaba a la luna.
Todo ello se complementó con un impactante despliegue lumínico que se disparaba tanto desde el escenario como desde la silueta humana y se proyectaba también a la luna; que a la vez se replicaba en la pulsera que recibió cada espectador al ingresar al estadio; como también con llamaradas de fuego en el espacio principal y a lo largo de la pasarela.
El repertorio de la noche se pasea por los clásicos del cantante: “Take My Breath”, “Feel My Face”, “The Hills, Starboy”, “I Feel It Coming”, “Save Your Tears” y “Blinding Lights”. Sin embargo, es al ritmo de “Circus Maximus” de Travis Scott. Ante la cara “lavada” del ídolo, el público no duda en ovacionarlo. Saben que esta gira marca el fin de su etapa como The Weeknd y que será Abel, el hombre detrás del casco, el que se abrirá a nuevos horizontes.
En la sonrisa monumental de Abel se devela el gusto de los artistas internacionales por brindar conciertos en el país: el fervor de los argentinos no se encuentra en todos lados.